10.3.08

04| Cuando el Río Suena...



En 1901, se descubrió en las rocas de Siberia un mamut congelado, con hierbas en su boca. Aunado a más hallazgos parecidos, no solo ahí sino también en Alaska, nadie cuestiona que tuvo que haber existido un cataclismo de magnitud inmensa para que causara la muerte súbita de especies tan fuertes. Estamos hablando del diluvio.

En civilizaciones antiguas, de lugares distantes entre sí (Australia, Egipto, Fiji, Perú y México para citar algunas), se celebró una ‘fiesta en honor a sus antepasados’, para la época de noviembre. En México, se celebraba el 17 de noviembre. “La tradición decía que en esa fecha el mundo había sido destruido con anterioridad, y ellos temían que al fin de un ciclo una catástrofe similar aniquilase a toda la raza humana” (Life and Work at the Great Pyramid, profesor C. Piazzi Smyth). El libro “The Worship of the Dead” confirma la razón de la fecha. Se “celebraba en o en torno a la misma fecha en la que, según el relato de Moisés, tuvo lugar el Diluvio, es decir, el día 17 del segundo mes, mes que corresponde más o menos con noviembre”. Y efectivamente, la Biblia cita que “En el segundo mes, en el día diecisiete del mes, […] las compuertas de los cielos fueron abiertas”. Acotando los calendarios usados entonces con el nuestro, el mes de Bul abarca la segunda mitad de octubre y la primera de noviembre.

Los científicos confirman por varios métodos la existencia de ese cataclismo: desde la longevidad disminuida del hombre, hasta cambios en la corteza terrestre con efectos en el relieve y varios fenómenos geológicos son explicados por un diluvio (según los relatos, antes del diluvio no existía la lluvia, por lo que se presume que el agua en la atmósfera filtraba más la radiación que llegaba a la tierra, y por ende la vida se veía menos dañada por ella; adicionalmente se presume que todas las pruebas de carbono 14 datadas prediluvianas no son precisamente confiables respecto a su antigüedad, por las alteraciones que sufrió el planeta).

Se menciona un diluvio en: el relato babilonio de Beroso, los chiriguanos de Bolivia, el Libro de los Muertos egipcio, el relato griego de Luciano, en Iran la Zendavesta, el Códice Mexicano de Chimalpopoca, los Huarochirís de Perú, o los vogules rusos. También coinciden (no necesariamente en todos los puntos) en que hubo una causa divina, fueron advertidos, hubo sobrevivientes, y que la salvación fue a través de un barco. Incluso aquí en Centroamérica los mayas enseñaban sobre un “haiyococab” (agua sobre la tierra). En guatemala los indígenas hablan de “Butic” (que quiere decir juicio) y por cierto están esperando otro. Estas no son todas las menciones que hay. En China se acepta el diluvio, aunque no Noe ni su familia como sobrevivientes a la forma de la Biblia; pero no se explica cómo, el carácter chino para barco representa de ‘8 personas en una embarcación’.

Por qué pensar en el diluvio si hablamos de espiritualidad? Por que más allá de casualidad, estos relatos parecen indicarnos la universalidad de un hecho y un principio común y evidencian nuestra interconexión como especie. Nos indican que tantas pistas evidencian que puede haber una verdad común, y las similitudes parecen indicar que podemos advertir rasgos de legitimidad. Lejos de ser un motivo para desanimarnos, nos entusiasma tener evidencia de poder encontrar una verdad basados en un origen común.

Interesante es que el relato del diluvio también nos ofrece la posibilidad de entender la explicación a dioses mitológicos, y también detectar la posibilidad de influencias de índole espiritual, negativa o positivamente, como veremos en un post futuro.
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