La Gran Miseria Humana
“Existe demasiada inclinación a dar el crédito de la verdad al predicador, olvidando que toda la verdad proviene de Dios, quien utiliza en su proclamación a uno u otro siervo según le plazca. […] Es la verdad, no su siervo, lo que debería honrarse y proclamarse.” El autor de las acertadas palabras anteriores fue un predicador religioso que por cierto nunca recurrió a curaciones milagrosas o dones divinos más que dar discursos basados en las Santas Escrituras.
Al publicar en 1971 la edición con referencias de la New American Standard Bible, una nota en las páginas frontales afirma: “No hemos usado el nombre de ningún docto para referencia o recomendaciones porque creemos que a la Palabra de Dios se la debe juzgar por sus propios méritos”. “¿Nos ayuda a determinar si una traducción de la Biblia es buena o mala el hecho de saber quiénes son los traductores o los editores de esa traducción en particular?” preguntó en su momento Alan S. Duthie, refiriéndose a otra traducción bíblica cuyos traductores decidieron permanecer en el anonimato. Prosiguió: “No exactamente. No hay otra manera de determinarlo más que examinando las características de la traducción misma”.
Aunque este blog no es ni mucho menos una tarea que tenga el mismo nivel de peso intelectual, lo cierto es que no deja de ser cierto que las cosas buenas no dependen de un nombre para serlo. Al final, buenos o no, todos nos morimos igual, y poco importa el renombre o la fama.
Muchos refranes colmados de sabiduría pasan de boca en boca sin que alguien necesite saber qué persona los profirió primero o les diera forma para dejar de tener impacto. Pierden validez al oírlos sin autor? Lo mismo con el lenguaje, que esta vivo, y cambia mientras lees esto sin que vos y yo podamos hacer algo, por que no tiene dueño.
Jesucristo dijo en su momento: “La sabiduría queda probada justa por sus obras”. Si mi blog es bueno o no, si da aportes o no, o si tiene opiniones significativas o carece de ellas no es algo que pueda enaltecerse si mi nombre se publica. O mi perfil. Todo lo contrario: posibilidades existen de que cualquiera cuestione la validez de lo que comparto como aprendizajes, por que necesita que yo le exhiba mi escolaridad como un Pavo Real enseña su plumaje cuando quiere aparearse.
Convencido estoy, de que algunos pueden tergiversar mis palabras y generar medias verdades, cuya otra mitad estaría compuesta de otra mentira. Ha sucedido. Me resulta mucho más importante que un lector inteligente que vea el cuadro completo (no me interesa ningún otro lector), perciba lo que comparto como aprendizajes que parecen ser códigos que se arman como un rompecabezas y algo de sentido han dado en mi vida, y los use si le sirven. No provienen de mi boca, yo también los aprendí.
No soy tan importante como para arrogarme el derecho de adueñarme de ningún estatuto o proclamación que haya hecho. Hasta mis versos son conclusiones de vida que otros me han ayudado a discernir. Aprendamos de las ideas, no las palabras. De los pensamientos, no del autor. Que mis crisis y mis errores pasan, y yo mismo. Mi concepto de trascender no depende del nombre que yo tenga. Como decía 'La Gran Miseria Humana'el verso que escucho desde niño, que por mucho tiempo fue anónimo, y que de unos años para acá alguien adaptó a ballenato y se puso de paso su autoría un tal Gravini, yo aunque vivo aquí, a la postre: “tendré que habitar la comarca, de la Gran Miseria Humana”.
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