25.11.08

Got Cuz It's Gone

En “Verónica decide morir” (una novela de Paulo Cohelo, que es un escritor de lo más pop), se discute lo mucho que se logra valorar la vida una vez que se siente lo duro que es estar lejos de mantenerse vivo y lo que conlleva. Se entienden los riesgos como una forma de vivir, si con ellos se lucha por lo que uno busca.

Se me hace una hipótesis interesante (ya pueden olvidarse de Cohelo), este asunto de no saber lo que se tiene hasta que ya no esté. Digo esto por que en estos días he estado valorando mucho las cosas de las que carezco, y tal vez el no tenerlas me hace apreciarlas de alguna forma más enfática.

El haber crecido en una entornos disfuncionales con violencia doméstica y figuras ancestrales turbias, cruzadas y en ocasiones ausentes, me ha hecho entender el valor de tener seres queridos, padres que se esfuercen por sus hijos, y lo sensato de traerlos por una razón menos necia que ser feliz yo mismo aunque con eso tengan que sufrir en un planeta que colapsa en todo posible sentido (y por eso, no los traigo). No tengo que tenerlos para valorarlos.

El hecho de que no esté casado, no dice que no haya vivido o no entienda los problemas de comunicación en un matrimonio, o lo que realmente significa luchar por mantener a tu esposa enamorada de vos, por que he visto muchos fanfarrones que creen que la tienen de las narices y no se dan cuenta que en su cara se gesta el germen que desintegrará su familia por andar de faruscas.

No hablo como una persona que maneje con total autoridad la sabiduría en la vida. Si he aprendido algo, es que no se nada, y que creer que sé puede ser un indicio de estupidez. Debo tener mucho cuidado con todo aquello que creo saber. No me puedo expresar como una persona que tenga concretamente algo. El dinero viene y va, los bienes se dañan o se pierden (eso incluye los que tengo), y en ocasiones la lucha por obtenerlos, mantenerlos o defenderlos es un necio importe a pagar sacrificando a algún dios en un altar, el alma de nuestra familia o la propia. Los amigos, se enfocan y desenfocan, o a la última, simplemente no te entienden. No es culpa de ellos. Pero a la postre, solo nos tenemos a nosotros mismos (y eso nos hace sentir vacíos).

Si todo se va a perder igual o si algo no se tiene; por qué no darlo todo de una vez? De todos modos. No se devuelve otra vez? No es ventajoso tener la opción de decidir a quien se le dan las cosas, en vez de cuidarlas como un perro que orina para marcar su territorio, como si no fuera a perderse luego? He aprendido que es más importante que otros estén bien, a que yo lo esté. Hay más en dar. No es problema de autoestima, todo lo contrario; es no tener necesidad de reasegurarme por que se bien lo que soy, y actúo sin rebuscar aplauso, solo el sabor de dar; entender lo retributivo de influenciar positivamente.

He aprendido que no todos comparten esta forma de ver la vida (y no busco que lo entendás del todo vos tampoco). Esta vez, solo dejame abrir el alma y compartir lo maravilloso que es ver un sentido de marcha en mis funciones, al punto de eclipsar el duelo de mis pérdidas. Disculpen lo cursi. Creo que estos días, como ha sucedido antes, realmente me cargan de sentimientos positivos y metas nuevas. Me he vuelto a enamorar de la vida (siempre me divorcio y vuelvo con esta vieja!).
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