Wanna-Be
Hay una clara diferencia entre una casa y un hogar: la casa se refiere a lo físico, y el hogar constituye la casa habitada, como un nido; con la interacción de la familia. Se habla del ‘calor de hogar’: amar, reír, llorar, compartir, ayudar, atender, soñar, y una sensación de comfort parecida a la que se ve cuando la gente se sienta alrededor de una fogata. Que te viene a la mente cuando piensas en la palabra hogar? Yo pienso en sopas de pollo, las camas calientitas, pijamas viejas pero super comodas, llenas de chanchillos de cobija, atoles antes de acostarse.
Mis memorias en mi primer casa en Santa Eduviges, Limón, son muy vívidas: era inmenso (y no me refiero solo a que los recuerdos que tengo están afectados con visión de un niño de dos años). Teníamos un patio grande. Aún puedo oler el zacate recién cortado, siento los piquetillos de las hormigas, y huelo el cas y las pipas sembradas en nuestro patio. También recuerdo el Akee.
El brinco a la vida urbana fue bastante perceptible: por necesidad vivimos todos apiñados en la casa de mi abuela; yo peleaba con mis primos, y le pedía a mi primo manganzón con problemas de pronunciación, que cantara el único numerito que se sabía (el himno nacional tarareado), para que el se sintiera realizado (desde entonces juego de psicólogo). Mi hermanita lloraba mucho pero le gustaba jugar con las matillas del jardín. Casi nadie se quejaba de mí, por que yo pasaba mucho rato dormido por mi anemia.
Luego vivimos en Hatillo, con mi tío y mis primas. Yo hablaba con una mocosa vecina que creo que se llamaba Jacqueline, y todo el mundo decía que éramos novios. La verdad casi solo recuerdo con dolor la vez en que se me metió un frijol en la nariz, y todavía no recuerdo como. En nuestra época de rodar, también viví donde mi tía Mery. Mi primo Randolf me hizo hizo parecer tan apetecible aquella fruta de la planta, cuando decía que era muy dulce y muy rica. Al igual que Eva, caí. Y también me arrepentí. Realmente me comí un chile muy picante.
A los cuatro años, vivimos en San Sebastián. Era una casa pequeña, pero tenía una entrada donde habían toboganes y hamacas. Me gustaba jugar con las hormigas zompopas, y todavía me transporta a esos días oler una (unos años más adelante, mis compañeros de colegio se burlaban por que yo decía que tenía un profe que olía a zompopa, pero juro que era cierto). La vecina que me cortó el pelo, incluyendo cejas y pestañas; fue horrible. También fui castigado. Cómo olvidarlo? Luego nos mudamos cerca, a la López Mateos. En un post reciente les comenté algo de eso.
De 1984 a 1999 vivimos en Ipís, en una linda casa que Pa logró comprar. Mis padres y tres de mis hermanos viven ahí todavía. Es difícil resumir tantos años con eficacia. No todo fue color de rosa, pero… la vida es buena.
Luego de eso decidí irme del nido, y viví también en Ipís en una casita tipo chalet (pero del tercer mundo), luego en una casita que se me parecía a la primera de San Sebastián, pero no había toboganes en esta y yo de por sí ya estaba viejo. Después viví en los Cuadros (una zona urbano marginal), y luego en Calle Blancos (ahí tuve que volverme a acostumbrar que ver alguien tirado en la acera no tenía por qué ser un borracho o un drogadicto, sino un niño jugando). En cada casa de esas una aventura. En la de Ipís pulgas, en Mozotal cucarachas y humedad, en los Cuadros ratones, y la más benevolente fue la de Calle Blancos, solo eran hormiguillas. Creo que el último lugar fue el que más disfruté y cuando finalmente comencé a ver estabilidad.
Luego llegó el proyecto este de Heredia, donde actualmente estoy y hoy cumplo precisamente cuatro años aquí. Ya les conté esa historia… Aquí no he tenido plagas (pero hay mucho zancudo y un día un alacrán me picó una nalga). Vivió en mi patio un Gecko que entendió el día que entrando a la casa me escuchó decir: “Ah no, en el patio lo que querrás, pero aquí dentro no por favor” (juro que se devolvió!).
He hospedado amigos, visitantes, amigos de amigos, amigos con crisis matrimoniales, gente que por un momento creí que eran amigos, hospedar desconocidos por recomendación y por ayudar con específico proyecto, y por supuesto, familiares.
Es mi casa un hogar? No oficialmente. Tuve mucho más de un hogar en mis vivencias anteriores. No tengo esposa ni hijos (y parece que no habrán). Pero igual, los que han pasado por aquí, han sentido afecto, alegrías, lágrimas, se comparte, se ayuda, se atiende, se sueña, y se trata de dar una sensación de alivio. Todas las semanas, un promedio de quince personas me visitan, me llaman, o me contactan para conversar, y casi siempre mi casa es el lugar último de reunión. Cuando necesités un hogar-wannabe, contá con mis geckos, eventuales cucarachillas, algunas arañas inofensivas, atoles, sopas de pollo, un colchón inflable, un sofá cama y conmigo. Eso (y no tanto la casa), es lo que me hace orgulloso de este cuarto aniversario. Mi casa es el hogar Wanna-Be más lindo que hay.
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