31.10.07

Hollowed-Win

Quedate conmigo por favor. Esta vez me urge. Estoy dispuesto a pagar por ello con mi reputación de hombre fuerte y perseverante, que de todos modos no me sirve para nada y siempre pensé que me queda muy grande. Nunca estuve a la altura. No me dejés por favor.

Si, se que te extraña que te hable así, pero si me has examinado por este lugar, tenés que haber notado que soy mucho más sensible de lo que puedo aparentar. Detrás de mis bromas, mis abrazos, mis consejos cuando los necesitás, también soy frágil. Mucho. Tengo la maldición / bendición de ser un humano. Por favor no me dejés, te necesito.

Si te quedás conmigo, te cuento el secreto de los monstruos. Sabías que me asechan? Son asquerosos, intimidantes, demoníacos. Incluso trataron de matarme dos veces. Pero no lo contés mucho. Hay gente que cree que todo en la vida se arregla con la negación, y tiene la costumbre de llamar negativos a gente como yo, que acepto y enfrento mis temores. Los monstruos existen. Si te quedás te cuento. Por piedad, no me dejes solo.

Cuándo los ví por primer vez? En realidad no se ven. Solo se sienten. A mis cinco, mientras ma no estaba, logré sentir sin dudas uno, y lloré como ya no puedo hacerlo, pidiendo perdón, misericordia y protección a mi Dios. Mis hermanas se contagiaron al verme así y lloraron conmigo hasta que nos quedaramos dormidos. Esta vez Dios me salvó.

A pesar de que siempre estuvieron ahí, hubieron momentos cúspide, como aquella vez en al que casi me matan a los catorce. Poco después comencé a sospechar que a mis hermanas también les hacen daño, aunque puede que ellas no los hayan detectado tan claramente como yo. Espero que algún día me perdonen, creo que yo los traje, aunque no se cómo desde mis cinco años. Vos, aunque no me perdonés. Te quedarías conmigo?

Ya de adulto he tratado de aprender a convivir con ellos. Pude incluso a los 25 llegar a un pacto de paz. Mantuve mi vida tratando de ignorar su invasión en mis dominios. Creí que todo estaba bajo control, pero anoche se me volvieron a aparecer. Se tienen una fiesta en mi casa mientras te escribo. Se aparecen cada vez que estoy solo. Por eso te pido que por favor no te vayás.

Hoy, que la gente anda de idiota con calabacitas y las radioemisoras aumentan las veces que tocan ‘Thriller’, te pregunto. Querés terror? Dejame contarte de mis monstruos. Esos sí me hacen orinarme en los pantalones.

Por ratos me debato si son amigos también mis monstruos. Por momentos me pregunto si el monstruo no seré yo. Seguramente lo soy. Aquí afuera, que también es ahí adentro, hay caretas que cuando se quitan descubren una verdad atroz. Todos golpeamos, y somos golpeados. Creo que no es posible que alguno se escape. Probablemente ni los monstruos.

Hay uno que nunca me ha dejado solo. Vos no te vas a ir verdad? Desde siempre me has salvado. Creo que si lo dispones así, puedo aguantar los monstruos hasta que lo creas prudente. Pero por piedad y misericordia, no me dejés solo Dios. Sin vos de veras no podría.

1 comment:

Anonymous said...

“Y Nix parió al odioso Moro y a la Ker negra y a Tanatos. También parió a Hipnos y a la muchedumbre de los sueños. Y la divina y sombría Nix no se había unido para eso a ningún dios. Y después parió a Momo y a Ezis, pletórico de dolores”
Hesíodo, Teogonía.


Has llamado, oh excelentísimo poeta, y acudo hasta tu sombría morada, en el Valle de la Noche, donde todo cubierto está por la suave prenda de vestir de la negra Nix (¡oh deleitable entre las diosas!) Abandonando la luz del dorado Sol, voy en mente y corazón (de este último queda tan sólo un turbio remanente, con tal frecuencia e ímpetu me ha golpeado la Vida) esperando pueda conocer, de tu ínclita vida tus Afanes, de tu morada, quienes allí yacen.
¿Habríamos de esperar del invisible Moros un destino menos funesto? Inquiero de ti, oh conocedor de los seres que ‘sin verse se sienten’, poeta: ¿Podemos escapar de tan acérrimos perseguidores? Tú mismo pareces haberlos vencido con el poder de tu brazo, cuando menos has recibido protección de algún Dios. De seguro él te ha librado de la violenta Ker, que se complacen en la muerte de los vulnerables hombres.
¿Negarásme el acceso a tu morada, oh excelentísimo poeta, solamente por serte desconocido? Ambos conocemos diversos entes, amorfas creaciones de una percepción atormentada, de un espíritu enervado, dispuesto a entregar su vida a Tanatos antes que luchar por cualquier cosa mejor. Poseído por el dulce Hipnos, he recorrido los más agrestes lugares.
Valles en los que reina la anarquía (¡oh discorde Oizís, cruel entre los crueles!), lagunas en las que se puede caminar sobre el agua, como si se tuviesen calzados los pies con los áureos talares del mensajero Argifontes; precipitándome desde el cielo, vencido por la fuerza que desde la Tierra nos atrae, sin que haya uno solo que de esta pueda escapar, he conocido los más despiadados horrores de la agonía cuando es lenta, muy lenta. Pero se la disfruta como si la muerte fuese, entre una “muchedumbre de sueños”, el único objetivo de esta vida.
¿Dices, oh poeta, que ayer volvieron a visitarte? Y pareces disfrutarlo. Quieres relatar a los demás lo que ha sido de tus visitantes. Con ironía hablas, y te burlas de los que dicen conocer el horror. De seguro te ha instruido Momos en esta tu forma de pensar. Escucho el silencio: he llegado a tu morada, no era negra del todo, hay luz, hay paz…