6.8.08

27

San Martín de la López Mateos es uno de los barrios más peligrosos. Viví ahí del 80 al 84. El día que más odiaba era el domingo. Eran calientes y no había que hacer. Pa’ escuchaba fútbol. Pero aunque yo de alguna forma sentía que algo andaba mal, tenía esperanza. Papi me regalaba una chupa-chups cada vez que le iba a comprar medio paquete de cigarros, y aunque Mami me callaba por que hacía mucha bulla, yo disfrutaba de hacerle canciones con aquel arremedo de mandolín que tenía.

Igual, la vida tenía muchas cosas por las que ser agradecido: mi vasito plástico verde con cara de conejo en el que tomaba lechita caliente con azúcar, mi almohada fría que podía voltear si se calentaba, el Mazinger Zeta de madera, ver Marco por televisión, y el entender que la perseverancia tiene su premio por que el encontró a su mamá. Todavía no había sido vencido. Podía volar (aunque probándolo desde mi camarote quebré la cama de mis padres). En el kinder, podía descifrar los mensajes que ponía la niña en la pizarra, por que ya sabía leer. Y que me había costado mil fajazos!

Luego del baño y de peinarme, salía a la calle a hablar con la vecina y le contaba sobre todas las historias bíblicas que aprendía. En una ocasión quise hablarle de eso a mi otra vecina, y ella me dijo que estaba bien, pero con la condición de que me diera primero un coscorrón. Con tal de que ella aprendiera algo, la dejé. Y… las cosas cuestan!

Me encantaba dibujar. Había aprendido a pintar en el programa de Cepillín. Una vez, hice un dibujo de la maestra, y quise dibujar las costuras del cierre del pantalón. Como me equivoqué de lado, hice tachones y lo tracé del otro lado. Al final, parecía todo menos una jareta. No entendía por qué tanto lío.

Recuerdo a la babosa de María, mi vecina. Y digo babosa literalmente; cuando hablaba se le salía la saliva. Cuando le hacía dibujos a su hija, representaba los senos de sus caracteres femeninos con círculos. Marcela (su retoño), es una de las más niñas más pecosas que recuerdo. Lo digo con propiedad; le daba por sentarse sin ropa en la ventana de la casa luego de bañarse. Esa casa olía a cuita de gallina.

Me sabía completa las canciones de Cri-Crí y de Enrique y Ana. No entendía por que la gente se escandalizaba de que una niña anduviera siempre con un hombre adulto. Todo era más sencillo. Con mis superpoderes, todo se arreglaba. Podía defender a mis hermanas, o encontrar mi consuelo pintando revistas de Tricolín. No importaba el olor a cloaca del barrio.

Desde entonces, aprendí que no era muy bueno para pelear. Un vecino mayor, de nueve años, me dijo una vez en un desplante matón que le iba a quebrar los dientes a mi madre, y ella se sintió muy ofendida y expuesta cuando yo le contesté que salado, que de por sí ella usaba postizos. Mi mamita no necesitaba dientes para ser linda para mí.

Para entonces, pensaba que cuando tuviera 27, iba a estar casado, con tres hijos, e iba a ser guapo, como mi papá. No se que fue más difícil: si descubrir que mi papa no era guapo (especialmente por que yo me terminé pareciendo), o el hecho de ser soltero y sin hijos a mi edad. La vida te da sorpresas. Sorpresas te da la vida.

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2 comments:

marcela said...

Jajajajajajajaja, qué divertido lo inocente que eras, sobretodo por lo de tu mamá.
Me encaaaaaanta Cri-Cri...
Y cómo está eso: acabas de cumplir 27 años??? Decime porque quiero felicitarte!!

dz said...

Que va, ya deseara yo tener 27. Tengo 32! La ironía era que para esas edades según yo iba a ser las 3 cosas que todavía no soy. Que bueno que te gustara Cri-Cri. Yo salí de Negrito Bailarín.