22.7.08

Urgentemente.

En los planos más básicos (sin embargo comunes), los machos ‘adultos’ de nuestra especie lograban aparearse con las hembras exigiendo una “prueba” del amor. Muchas de nuestras generaciones anteriores fueron concebidas a partir de esa laxa argumentación.

Dependiendo de los entornos o las culturas, el amor se prueba pagando un dote, con un himen nuevo, prepucios intactos, concibiendo hijos, comprando bienes o ropa. Aunque para muchos de nosotros eso suene arcaico, existen aún sociedades en las que esto se practica con toda vigencia. En casos en los que la unión surge con hijos previos, la prueba de amor puede ser perfectamente, deshacerse del crío ajeno.

Más en nuestro tiempo, en una sociedad “más instruida”, la prueba del amor es igual, aparearse, pero con herramientas que filtren enfermedades, o espermatozoides. El discurso sigue siendo barato, solo que ahora con la plusvalía de lubricación extra, superficies rugosas, químicos que retarden la eyaculación, anillos constrictores, y sabores. Algo tenía que aportar la tecnología!

Antes el compromiso del amor se formalizaba con el matrimonio. Pero ahora, un ‘no necesito de un papel para probar que te amo’ (ojo, “prueba” de nuevo), ha sido la nueva forma de brincarse un compromiso para ‘amar’ libremente. No es de sorprender que las relaciones de pareja se hayan vuelto tan desechables. Ni que sea sorprendente una pareja con mucho tiempo de estar junta.

Algunos, ubicados entre los conservadores y los liberales, han encontrado una nueva forma de “probar”. Eso es, que además de no comprometer su salud o su capacidad reproductiva, tampoco se involucren en el riesgo los bienes. Así que cuando algunas de las parejas de cierto nivel económico deciden casarse con un nuevo componente: los contratos prenupciales. El argumento sigue siendo el mismo que cité en el primer párrafo: “Si realmente me amas, lo harás”.

Analizar la historia y las culturas te hará darte cuenta que nunca han faltado los conceptos estúpidos, para dar la tal “prueba” de amor. Y no parece ser coincidencia que a pesar de que los patéticos que convencen juran que el amor es muy puro, termina siendo en una buena parte de los casos, relacionado con gratificación sexual. Incluso cuando no, el mensaje entre líneas es: “Si me amas, tienes que seguir mis regulaciones egolátricas, por patéticas que sean, de otra forma tu amor es falso. No puedes ser tan egoísta como para pensar en otra cosa que no sea yo”.

Así, siendo la médula la misma, lo único que cambia es la estupidez de turno. Ganás, solo si sos vos el que usa el “me” en la expresión “si me amas”. De otra forma, estarás del lado de los meseros del amor, que sirven y sirven a un insatisfecho cliente, y eventualmente serán dejados por quienes ofrecen un mejor servicio. Nunca se logra concretar ninguna prueba (y eso puedo probarlo).

Contradictoriamente, la tolerancia, el perdón y el altruismo tienden a ser vistos como debilidades en la gente, y no verdaderas muestras de afecto. Paradójico, si pensás que el otro lado del ‘si me amas’, es justamente lo que tiene que ejercer. Extendiéndose más allá del amor en pareja, el patrón se mantiene. Necesitamos aprender a amar. Urgentemente.


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