30.8.10

F5

No solo la piel se arruga. El alma tambien. No es que no se entienda que la novedad de envejecer tiene lo suyo, pero caminar te hace ampollas, el calor de sobrevivir sofoca, y frustra, cuando ves que te falta tanto por caminar y ya te sentís exhausto. A veces, conviene ver atrás, por retrógrado que suene: los recuerdos, buenos y malos, te predican con franqueza lo que fuiste, y explica lo que sos: una colección de aletazos del caótico efecto mariposa, horriblemente hermosa. Lágrimas, risas, errores y aciertos, ríos de humanidad propia y ajena. Crónicas de lealtad y de traiciones. Pensás qué te hizo salir de donde venís, y por qué caminás hacia ese nuevo norte. Y revivís tu pasión, tu amor, o tu rabia, pero ahora, con la plusvalía de las canas. Decía Raquel Welch que ‘el espíritu nunca envejece’. Cierto, si no te dejás arrugar, ni que se disipe tu esencia.
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