Tina [01]
Describirte a Tina, es como estudiar la psicología de un personaje de una película de Almodóvar… Tiene de santa y de mala. De egoísta y de altruista. De culpable y de inocente. De moral y de disoluta. De agresora y agredida. Es tan amorosa que se entregó para cuidar y alimentar sus hijos como madre soltera, y tan difícil que nadie ha podido, soportar vivir muchos años a su lado. Es tan franca que le dijo a la nutricionista del hospital en estos días que la debieran despedir por la porquería de comida que dan, y tan mentirosa que ha sido capaz de diseminar entre sus conocidos rumores terribles de sus allegados (incluyéndome) que no vale la pena siquiera citarlos.
Tina nació en Limón, en algún momento de 1928. Todos los que nacimos en Limón entendemos lo que marca ser de esa provincia. “Es que Limón es como otro país”, dice una amiga mía. Hay quienes afirman que vivir en Limón es como estar en Jamaica: casas verdes y celestes, cocos, calypso, reggae, patwa (o inglés ‘creole’), y el sueño de muchos negros que quisieron volver a su patria en aquel barco en ruinas encallado como monumento silencioso de los que quisieron emanciparse en el ‘Black Starline’.
Eso no es mentira, pero tampoco es toda la verdad… Limón, tal vez por ser puerto, alberga raíces indígenas, chinas, blancas y negras, y de unos años para acá con el olor salado del aire y los tubos herrumbrados, también se respira una cultura que ningún otro lugar del país refleja. Tal vez por eso no extrañe que Tina tenga ascendencia española, grite como una negra peleona, tenga sobrinas de ascendencia asiática, y que el amor de su vida, Antonio haya sido un descendiente de indígenas.
Aurora, su madre, fue exigente. Su infancia completa estuvo marcada, como la de la mayoría de aquellos días, por chilillos, hincadas en arroz, chancletazos, puñetazos, pellizcos (y no pellizquitos), pobreza, aprietos, pleitos, agresiones, y demás.
Una noche me comentaba que durante su infancia, si es que se puede usar tal término, siempre tuvo que trabajar. Cuando tenía 8 años, en una ocasión se quedó con fiebre dormidita en el tren, vendiendo bizcocho, y los del tren la conocían tanto, que le dejaron hacer todo el viaje de ida y vuelta hasta que llegara de nuevo.
Desde niña, Tina trabajó vendiendo productos basados en el maíz (tortillas, bizcochos, tamales, empanadas y afines), para sobrevivir. Trabajaba en el mercado y en las calles. Como habrás deducido a este punto, Tina nunca tuvo mayor reparo en repartir putazos e insultos indiscriminadamente. Nadie se imaginaba que la chiquilla malcriada, hedionda a masa agria, dejó su infancia con el insatisfecho antojo de no tener aquella muñeca de trapo con la que siempre soñó. No habría tiempo para eso…
Tal vez por mecanismo de defensa o supervivencia, o tal vez simplemente por que ella es así, no escatimaba en agredir a quien fuera necesario según su código moral, y se cuenta que uno de los peores pleitos de Limón de cantina, presentes en la memoria de muchos de ahí, tuvo su inicio con un reclamo de Tina a Antonio, padre de sus últimos dos hijos.
(Continuará...)
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