Propiocepción
Se le llama propiocepción al sentido que tenemos de ubicación y dimensiones sobre nuestros órganos. Por eso no vivís viendo el suelo cuando caminás, ni tenés que apuntar mucho las manos cuando aplaudís; incluso podés hacerlo sin ver. Gracias a esta, manejamos un concepto que nos ubica en el espacio en el que nos movemos.
Este sentido es totalmente diferente de los demás, por que en vez de detectar factores externos, como lo que suena, sabe, se siente afuera o podamos oler, en este caso hablamos de algo relacionado con nuestra composición. No intervienen los factores externos, y sin embargo, tiene que funcionar bien para no alterar cualquier otro sentido.
La propiocepción tiene que desarrollarse. No se nace con ella sino que se ejercita, por ejemplo, cuando aprendemos a caminar. Cuando se pierde, se nos dificultan las tareas más sencillas y cotidianas, y sufrimos una involución, como cuando éramos bebés y no podíamos dominar ni la cabeza erguida. Es difícil mantener el sentido de propiocepción correcto cuando por ejemplo se pierde un órgano. Hay quienes luego de la pérdida de una extremidad (un brazo por ejemplo), siguen sintiéndolo y usan su cerebro para efectuar ciertas tareas con esa parte que ya no tienen. A esto se le conoce como el síndrome del miembro fantasma.
Supe del caso de un hombre que quedó con la sensación de que tenía las uñas de su mano, ensartadas contra su propia palma; como si tuviera el puño muy cerrado y las uñas crecidas. Los dolores eran muy reales, aunque ni siquiera tuviera brazo. En ese caso concreto tuvieron que engañar la mente con un aparato truculento que a base de espejos, hizo sentir al hombre que contaba con esa mano (aunque en realidad era un reflejo), y pudo ‘ordenarle’ a la mano que se abriera para que ya no le doliera.
Es decir, para que nuestra propiocepción funcione con naturalidad, hacen falta dos cosas; manejar correctamente (por la experiencia previa) un sentido de ubicación y volumen sobre el órgano en cuestión, y por otro lado, que dicho órgano esté o bien concienciar su ausencia. El desbalance de cualquiera de estos dos, significa serios problemas.
Tal vez exista algo como propiocepción en términos de psique. Y tal vez madurar consista en que aprendamos a conocer hasta donde llegan nuestras capacidades, para poder percibir correctamente las de los demás y entonces interactuar. Viendo el otro posible extremo, conozco también en este horizonte ‘síndromes de miembros fantasma’, cuando ya no tenemos un ser querido (sea por muerte, sea por lejanía, o por cualquier otro motivo).
Acaso en esta versión de propiocepción que proponemos, le llamamos reconocimiento de lo que podemos hacer o no ‘modestia’ y a ese síndrome de miembros fantasma ‘dependencia’? Consiste nuestra estabilidad (equilibrio) en aprender a balancear ambas? Una postura interesante, si valoras que hoy muchos afirman que la felicidad radica en el extremo de complacerse y conocerse uno mismo sin que los demás importen o sean necesitados (inmodestia), o bien, por el otro lado, aunque no se predica abiertamente, la sociedad nos dice que tenemos que complacer a todos para ser felices (dependencia). Tal vez la metáfora de la propiocepción nos ayude a conceptuar un balance acertado.
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