Alta Crítica y el Derecho a Cuestionar
En el siglo XVII, Spinoza (filósofo de renombre), cuestionó la autoría de los primeros seis libros de la Biblia. Dos siglos mas tarde, Julius Wellhausen publicó lo que llamó su teoría “documental”, en la que afirmaba lo mismo que Spinoza, solo que agregaba información sobre los fraudulentos autores que usaron el mismo seudónimo de Moisés.
Wellhausen identificó por lo menos cuatro autores: A uno lo llamó “J”, por que afirmaba que usaba el nombre de Jehová o Yavé. Su segundo presunto autor fue llamado “E”, y se le llamó así para emparentarlo con Elohím (término utilizado en la Biblia para referirse al Creador); al tercer protagonista le puso “P” (del alemán Priesterkodex), que se refiere a los sacerdotes, y finalmente “D”, por Deuteronomio y su autor. Dijo que todos estos autores habían hecho su trabajo en el siglo quinto antes de Cristo, contrario a lo que se cree. Para basarse en su afirmación, arguyó diferencias en el tipo de lenguaje, estilo de escritura, y punto de vista religioso.
Esta tendencia filosófica se llegó a conocer como “Alta Crítica”, o bien “Método Histórico Crítico”. En teoría inicial, se dedica a la investigación en contexto de cómo se escribió cada libro, por y para qué, de donde, quien y cuándo se escribieron. Este movimiento tuvo gran auge en el siglo XIX, y a como se cuestionó el autor, poco a poco se pasó a cuestionar muchísimo más.
Dijeron por ejemplo que las historias no eran más que tradiciones legendarias. Por ejemplo: que Esaú y Jacob nunca fueron enemigos, sino que ellos fueron metáforas para representar las diferencias entre Edom e Israel (sus sendas descendencias convertidas en país). Niegan la existencia del arca del pacto, tabernáculo, Jesucristo, y por supuesto, sobre todo, que las Escrituras tienen como fuente una inspiración Divina.
Qué debe pensarse, entonces? No es difícil entender a aquellos que optan por cerrarse ante la confusión y simplemente no pensar al respecto. Pero es esa la solución? Debieran ignorarse las inmensas bardas de la armonía interna, la supervivencia de los escritos a pesar de la enconada oposición, lo armonioso de la traducción al punto de trascender milenios, para concluir, que todo es, la falsificación más bien cuidada del mundo? Vale la pena encontrar la respuesta.
Para empezar, hay algo reprochable de la Alta Crítica, y es que, como todo buen criticón, no nos lleva a ningún lado. Es decir, no nos presenta soluciones sino que apunta a desbaratar lo que muchos consideran una. Lo cual es bueno, por que de alguna forma el cuestionar hace que quien crea logre asumir como tarea por qué lo hace.
Qué dicen las pruebas, analizando a groso modo? “No puede enfatizarse con la contundencia necesaria el hecho de que casi no hay evidencia alguna de que en el antiguo Cercano Oriente haya habido falsificación literaria o documental”. (W. F. Albright, profesor de teología, en From the Stone Age to Christianity).
Así que para empezar, la “Teoría Documental”, no ha pasado de ser eso, una teoría, que por cierto no cuenta con documentos a su favor. Todos son planteamientos que pueden tener alguna lógica, pero que nunca se han respaldado con hechos, sino con conjeturas muy en el aire. Wick Broomall lo dijo así: “No puede probarse en ningún caso en concreto que los libros de la Biblia se hayan originado del modo fraudulento descrito por la escuela de la alta crítica. Una cosa es que dicha escuela lo afirme, y otra cosa totalmente distinta es que lo demuestre” (Biblical Criticism).
Sin embargo, sería caer en el mismo error desprestigiarles sin anotar las cosas con lujo de detalles. La verdad es que si la Biblia es un libro tan ‘auténtico’, las pruebas de tal afirmación no debieran faltar. La verdad, ellos tienen todo el derecho a cuestionar, y nosotros el deber de buscar si eso es cierto o no, si queremos llegar a una verdad. Analicemos entonces, si existen formas de probar la autenticidad de algunos relatos bíblicos en los posts siguientes.
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