29.9.08

T3XT

Cuando comencé a escribir para mi blog, allá en mis días de ‘D-Coded’, tengo que admitir que no sabía bien lo hacía. Es decir, desde mucho tiempo atrás tengo afición por escribir ya sea prosa, poesía o canciones. Pero cuando vi que podía publicar lo que yo quisiera, me parece que perdí los estribos por un momento.

Mis escritos eran largos, a veces hasta de casi tres páginas, tocaban varios temas al mismo tiempo, y en muchas ocasiones no disimulaba entre post y post para rematar un mismo tema (creo que me sigue pasando, pero disimulo más). Los párrafos eran grandes, y usaba expresiones muy largas para cosas que se pueden decir en menos. A veces uno de mis párrafos contenía más que una idea.

Llámenme terco, pero tampoco me hacía mucha gracia esto de la escritura online. Hay quienes afirman que uno ‘masteriza’ este juego solo cuando tus textos están abarrotados de links, como cuando uno se mete a un Wiki, y la verdad, yo no se ustedes pero yo como usuario no me vivo metiendo mucho en ellos. Por curioso que suene, los links me llaman la atención más cuando son aislados que cuando los veo en aluvión. Así que todavía no me da por llenar de links mis posts. Me parece impráctico.

Pero si comencé a notar que en esto del Web es sabio mantener los textos cortos, así que pocas veces me prolongo mucho (tampoco que no lo haga cuando me siento para hacerlo, alter all… its my blog. Right?). Cuando un tema es largo, quiebro la información en partes, ‘me queda espacio’ para desarrollarme mejor, y luego trato el otro punto en un siguiente post. He recibido comentarios positivos sobre lo que escribo cuando lo hago, sin que necesariamente se den cuenta de mi ‘cambio en estructura’.

Con la configuración por defecto de una página de Word, me esfuerzo por que mis palabras no sobrepasen una página. Me ha costado hacerlo pero ya mas o menos me acostumbro. Trato de mantener los párrafos de un tamaño mediano, y el bisturí pasa varias veces cuando estoy escribiendo. Antes de publicar, paso por varias revisiones, (y aún así se me van errores), etc.

Por eso me gustó mucho analizar el artículo “Lazy Eyes; how we read online”, donde se exploran lo que parecen ser los patrones de conducta de los lectores en el Web.

Lo que me dolió en el alma, fue que mencionen que los blogs se salen a todas las reglas de escritura. Por que los blogs pueden ser lo extendidos que se quiera, por que al final no son sustanciosos en contenido. Pero los perdoné. Igual no leen mi blog. ;)

Tampoco que sigo a la perfección lo que sugieren. Ni sugiero que lo haga otro. Yo no puntualizo con bullets, ni hago tanto link, y mis escritos son todavía algo largos para lo que ellos piden. Creo igual que quienes me leen ya saben que mis escritos insustanciosos, algo de sustancia aspiran a tener. Lo que si es cierto es que definitivamente mis hábitos de escritor en prosa cambiaron, desde que existen mis blogs. Tenés una experiencia parecida que me quieras compartir?

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26.9.08

Alta Crítica y el Derecho a Cuestionar



En el siglo XVII, Spinoza (filósofo de renombre), cuestionó la autoría de los primeros seis libros de la Biblia. Dos siglos mas tarde, Julius Wellhausen publicó lo que llamó su teoría “documental”, en la que afirmaba lo mismo que Spinoza, solo que agregaba información sobre los fraudulentos autores que usaron el mismo seudónimo de Moisés.

Wellhausen identificó por lo menos cuatro autores: A uno lo llamó “J”, por que afirmaba que usaba el nombre de Jehová o Yavé. Su segundo presunto autor fue llamado “E”, y se le llamó así para emparentarlo con Elohím (término utilizado en la Biblia para referirse al Creador); al tercer protagonista le puso “P” (del alemán Priesterkodex), que se refiere a los sacerdotes, y finalmente “D”, por Deuteronomio y su autor. Dijo que todos estos autores habían hecho su trabajo en el siglo quinto antes de Cristo, contrario a lo que se cree. Para basarse en su afirmación, arguyó diferencias en el tipo de lenguaje, estilo de escritura, y punto de vista religioso.

Esta tendencia filosófica se llegó a conocer como “Alta Crítica”, o bien “Método Histórico Crítico”. En teoría inicial, se dedica a la investigación en contexto de cómo se escribió cada libro, por y para qué, de donde, quien y cuándo se escribieron. Este movimiento tuvo gran auge en el siglo XIX, y a como se cuestionó el autor, poco a poco se pasó a cuestionar muchísimo más.

Dijeron por ejemplo que las historias no eran más que tradiciones legendarias. Por ejemplo: que Esaú y Jacob nunca fueron enemigos, sino que ellos fueron metáforas para representar las diferencias entre Edom e Israel (sus sendas descendencias convertidas en país). Niegan la existencia del arca del pacto, tabernáculo, Jesucristo, y por supuesto, sobre todo, que las Escrituras tienen como fuente una inspiración Divina.

Qué debe pensarse, entonces? No es difícil entender a aquellos que optan por cerrarse ante la confusión y simplemente no pensar al respecto. Pero es esa la solución? Debieran ignorarse las inmensas bardas de la armonía interna, la supervivencia de los escritos a pesar de la enconada oposición, lo armonioso de la traducción al punto de trascender milenios, para concluir, que todo es, la falsificación más bien cuidada del mundo? Vale la pena encontrar la respuesta.

Para empezar, hay algo reprochable de la Alta Crítica, y es que, como todo buen criticón, no nos lleva a ningún lado. Es decir, no nos presenta soluciones sino que apunta a desbaratar lo que muchos consideran una. Lo cual es bueno, por que de alguna forma el cuestionar hace que quien crea logre asumir como tarea por qué lo hace.

Qué dicen las pruebas, analizando a groso modo? “No puede enfatizarse con la contundencia necesaria el hecho de que casi no hay evidencia alguna de que en el antiguo Cercano Oriente haya habido falsificación literaria o documental”. (W. F. Albright, profesor de teología, en From the Stone Age to Christianity).

Así que para empezar, la “Teoría Documental”, no ha pasado de ser eso, una teoría, que por cierto no cuenta con documentos a su favor. Todos son planteamientos que pueden tener alguna lógica, pero que nunca se han respaldado con hechos, sino con conjeturas muy en el aire. Wick Broomall lo dijo así: “No puede probarse en ningún caso en concreto que los libros de la Biblia se hayan originado del modo fraudulento descrito por la escuela de la alta crítica. Una cosa es que dicha escuela lo afirme, y otra cosa totalmente distinta es que lo demuestre” (Biblical Criticism).

Sin embargo, sería caer en el mismo error desprestigiarles sin anotar las cosas con lujo de detalles. La verdad es que si la Biblia es un libro tan ‘auténtico’, las pruebas de tal afirmación no debieran faltar. La verdad, ellos tienen todo el derecho a cuestionar, y nosotros el deber de buscar si eso es cierto o no, si queremos llegar a una verdad. Analicemos entonces, si existen formas de probar la autenticidad de algunos relatos bíblicos en los posts siguientes.
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22.9.08

Tiempo



Si te pidiera una definición para la palabra tiempo: qué contestarías?

Lo cierto es que todos dependemos de el, corremos para ganarlo, lo buscamos, lo perdemos, y el tiempo pasa y pasa, volando si se quiere, y nosotros somos un público iletrado que no sabe definirlo en la mayoría de los casos.

Se dice que cuando hablamos de tiempo, nos referimos a la distancia entre dos sucesos. Pero no dependemos de eso para sentir que sigue corriendo, quizás por la cantidad de aparatos que nos hemos inventado para su cronometraje.

Defínase como se quiera hacer, todos sentimos que nos falta mucho tiempo. Para realizar algún plan que todavía no se tiene, para acabar con un asunto que urge asesinar, para encontrar algo, o siquiera para buscarlo. Para encontrar un oficio, para crecer en este oficio, para surgir, para trascender. Para un buen libro, para reírnos, para encontrar a esa persona especial, para vivir con esa persona especial, para tener una familia, para que crezcan nuestros hijos, para que nuestros hijos también nos participen de encontrar esa persona especial, y por supuesto, todos los abuelos sienten y piden por tener vida para ver su tercer generación desarrollarse de la misma forma.

No importa si ya lograste alguno de los supracitados, o varios, es un hecho que probablemente llorás falta de tiempo. Y que conste que no es que falta cooperación por parte de la gente. Muchos de nosotros dedicamos menos a comer y a dormir, compramos aparatos que nos economicen tiempo, viajamos en medios de transporte que son más rápidos, y en este preciso momento estás clavando tus ojos en el producto de un aparato que fue concebido entre otros, como una herramienta que permitiera ejecutar tareas con mucha facilidad, para ‘salvar’ tiempo.

Y sin embargo, seguimos perdiendo el tiempo. Irónicamente a veces por las mismas herramientas aceleradoras de dichos procesos. Por ejemplo, nos atascamos en una presa de tráfico, recibimos una llamada más larga de lo usual, nos distraemos conversando por un mensajero instantáneo, o bien aunque lo intentamos, caímos rendidos por no dormir lo suficiente y llegamos tarde a nuestro trabajo al día siguiente.

Hay muy poco que pueda decirse para definir el tiempo en una forma concreta tratándose de un concepto tan abstracto, pero he aquí una, que dicho sea de paso no nos sirve mucho: el tiempo viaja en una sola dirección. No se puede devolver, lo que significa que estamos grabando constantemente todo lo que hacemos de forma que dejamos una huella que permanece indeleblemente sobre lo que está por llegar. Lo cual significa que ahora mismo, vos y yo estamos montados en un vagón frenético que nunca se detiene, y tras de eso podemos estar afectando para bien o para mal la línea sobre la que nuestro vagón viaja.

Se dice que el tiempo pasa y que las cosas siguen un ciclo, entre esas nuestra vida, o el cese de ellas. Pero vos y yo, seguimos con planes por los cuales vivir, así estemos tan viejos que nuestra espera consista en que encuentren una cura para nuestra nueva dolencia. Y no nos damos cuenta que envejecemos: solamente un día hacemos un movimiento que nos abofetea diciendo “esto ya no se puede, por si no te das cuenta ya te estás haciendo viejo”, o nos da por comenzar a estrenar dolores, canas, arrugas, manchas de piel, o achaques. Pero nuestro espíritu es joven, y todavía nos negamos a aceptar que ya llegó el momento para ello. Nos falta tiempo.

Significa algo el hecho de que a diferencia de los animales, nosotros tengamos esta indeleble tendencia a seguir viendo hacia un futuro, e incluso tratar de preverlo? Por qué pues, si es tan natural que el tiempo de morir en nuestras vidas llegue, sentimos que no nos alcanza? Existe, más allá de un credo alguna explicación tan fuerte como lo que sentimos? Dame una respuesta por favor. Se me acaba el tiempo.

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19.9.08

La Biblia... Son Confiables sus Textos?



Lo que se encontró en las cuevas de Qumrán no contenía por completo las escrituras del canon bíblico. Eran fragmentos de Salmos, Deuteronomio, y el libro que sí apareció por completo fue el de Isaías. Sin embargo, lo que se necesitaba probar con estos no era si por completo estaban los libros bíblicos. Sino, si se habían logrado transmitir con exactitud. Habrá aparecido algún autor espurio en el camino? Alguien ha eliminado algo con un propósito específico? Qué? Cómo?

Millar Burrows, alguien que siguió con mucho detenimiento el estudio y escribió un libro sobre el tema, concluyó que efectivamente sí se encontraron diferencias cuando se comparaban con las copias de los Masoretas. Sin embargo, eran errores más de forma que de fondo, lo que sugería errores de copia. “Aparte de estos, en general hay una notable concordancia […]. Tal concordancia ciertamente es testimonio de la exactitud del texto tradicional en conjunto”. Luego dijo: “Maravilla el que por unos mil años el texto experimentara alteraciones tan leves”.

Para hacernos una idea, note este comentario sobre el estudio del capítulo 53: “De las 166 palabras de Isaías 53, solo se cuestionan diecisiete letras. Diez de ellas son simplemente cuestión de ortografía, que no afecta el sentido. Otras cuatro letras suponen cambios pequeños de estilo, como conjunciones. Las tres letras restantes componen la palabra ‘luz’, que se agrega en el versículo 11 y que no afecta demasiado el sentido. [...] Por lo tanto, en un capítulo de 166 palabras, solo se cuestiona una (compuesta de tres letras) después de mil años de transmisión, y esa palabra no cambia de modo significativo el sentido del pasaje” -A General Introduction to the Bible (Geisler, Norman L. y William E. Nix).

Otros encontraron diferencias que iban más allá de las ortográficas. Según Patrick W. Skehan, de la Universidad Católica de los Estados Unidos, estas sí contenían cambios de palabra. Sin embargo, las define como una “reelaboración sobre la base de su propia lógica integral […] una actitud de explicar la Biblia por medio de la Biblia en la misma transmisión del texto”. An Introduction to the Books of the Old Testament, por W. O. E. Oesterley y Theodore H. Robinson, 1958, p. 21, afirma: “A pesar de todas las incertidumbres, queda en pie el hecho importante de que en su mayoría el texto como lo tenemos ahora representa bien las mismas palabras de los autores, algunos de los cuales vivieron casi tres mil años atrás, y no hay razón para dudar seriamente, con relación a la corrupción textual, la validez del mensaje que nos da”.

Ahora bien. Cómo darse cuenta de cuál de las variaciones es la que realmente se queda? Como se mencionó en un post anterior, se encontraron varias, y no una sola copia de lo hallado. De forma tal que fue posible detectar los patrones de cambio, e incluso explicarse qué hallazgos hubo tras de eso. De hecho, consultar estos manuscritos permitió exaltar un error en el que los copistas de muchas Biblia modernas han incurrido: la omisión del nombre de Dios. Eso se tratará en un post aparte, pero algunos traductores honrados entendieron que definitivamente, el hecho de que dicho nombre aparezca más de siete mil veces escrito, no debe ser tomado a la ligera.

“El Rollo de Isaías [de Qumrán] ofrecía la prueba irrefutable de que la transmisión del texto bíblico a lo largo de más de mil años a manos de los copistas judíos había sido sumamente fiel y cuidada” --Julio Trebolle Barrera, Equipo Int de editores de los Rollos del Mar Muerto.
Qué puede concluirse, pues, de la traducción de este libro en la actualidad? Sir Frederick Kenyon, un renombrado en su tiempo conservador del Museo Británico, afirmó: “Hay que hacer especial hincapié en la seguridad sustancial del texto de la Biblia. [...] No es posible decir lo mismo de ningún otro libro antiguo del mundo”.
Ante algunas de las evidencias que hay… le suena a usted que sea la autenticidad de los textos algo de lo cual apoyarse para desconfiar de la Biblia? Obviamente, no es solo por ahí que se le puede cuestionar. Queda contestar otra pregunta importante, motivo de algunos posts futuros. Por ejemplo: que hay de tomarse en serio los contenidos? Se trata de relatos simbólicos, mitos o leyendas? O deben tomarse como hechos reales sus narraciones? Un análisis de ello, próximamente.
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15.9.08

Propiocepción

Se le llama propiocepción al sentido que tenemos de ubicación y dimensiones sobre nuestros órganos. Por eso no vivís viendo el suelo cuando caminás, ni tenés que apuntar mucho las manos cuando aplaudís; incluso podés hacerlo sin ver. Gracias a esta, manejamos un concepto que nos ubica en el espacio en el que nos movemos.

Este sentido es totalmente diferente de los demás, por que en vez de detectar factores externos, como lo que suena, sabe, se siente afuera o podamos oler, en este caso hablamos de algo relacionado con nuestra composición. No intervienen los factores externos, y sin embargo, tiene que funcionar bien para no alterar cualquier otro sentido.

La propiocepción tiene que desarrollarse. No se nace con ella sino que se ejercita, por ejemplo, cuando aprendemos a caminar. Cuando se pierde, se nos dificultan las tareas más sencillas y cotidianas, y sufrimos una involución, como cuando éramos bebés y no podíamos dominar ni la cabeza erguida. Es difícil mantener el sentido de propiocepción correcto cuando por ejemplo se pierde un órgano. Hay quienes luego de la pérdida de una extremidad (un brazo por ejemplo), siguen sintiéndolo y usan su cerebro para efectuar ciertas tareas con esa parte que ya no tienen. A esto se le conoce como el síndrome del miembro fantasma.

Supe del caso de un hombre que quedó con la sensación de que tenía las uñas de su mano, ensartadas contra su propia palma; como si tuviera el puño muy cerrado y las uñas crecidas. Los dolores eran muy reales, aunque ni siquiera tuviera brazo. En ese caso concreto tuvieron que engañar la mente con un aparato truculento que a base de espejos, hizo sentir al hombre que contaba con esa mano (aunque en realidad era un reflejo), y pudo ‘ordenarle’ a la mano que se abriera para que ya no le doliera.

Es decir, para que nuestra propiocepción funcione con naturalidad, hacen falta dos cosas; manejar correctamente (por la experiencia previa) un sentido de ubicación y volumen sobre el órgano en cuestión, y por otro lado, que dicho órgano esté o bien concienciar su ausencia. El desbalance de cualquiera de estos dos, significa serios problemas.

Tal vez exista algo como propiocepción en términos de psique. Y tal vez madurar consista en que aprendamos a conocer hasta donde llegan nuestras capacidades, para poder percibir correctamente las de los demás y entonces interactuar. Viendo el otro posible extremo, conozco también en este horizonte ‘síndromes de miembros fantasma’, cuando ya no tenemos un ser querido (sea por muerte, sea por lejanía, o por cualquier otro motivo).

Acaso en esta versión de propiocepción que proponemos, le llamamos reconocimiento de lo que podemos hacer o no ‘modestia’ y a ese síndrome de miembros fantasma ‘dependencia’? Consiste nuestra estabilidad (equilibrio) en aprender a balancear ambas? Una postura interesante, si valoras que hoy muchos afirman que la felicidad radica en el extremo de complacerse y conocerse uno mismo sin que los demás importen o sean necesitados (inmodestia), o bien, por el otro lado, aunque no se predica abiertamente, la sociedad nos dice que tenemos que complacer a todos para ser felices (dependencia). Tal vez la metáfora de la propiocepción nos ayude a conceptuar un balance acertado.
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12.9.08

La Biblia... Los Rollos del Mar Muerto


Lo que se conoce como helenización, es decir, las secuelas culturales de la cultura griega promovidas por el conquistador Alejandro Magno, habían hecho que en vista de que muchos creyentes de las escrituras ya no hablaban con fluidez, otro idioma que no fuera el griego, se trabajara en una traducción al griego del momento. El equipo de traductores de esta pionera misión se compuso de mas de setenta judíos, y de ahí que a este proyecto se le llamara la “Septuaginta”.

La llegada del credo cristiano respaldó el uso de esta, pues por primera vez en la historia Israel dejaba de ser la nación exclusiva con la ley mosaica, y se abría la puerta para todos los que quisieran beneficiarse de las escrituras, aunque fueran gentiles (es decir, no israelitas). El uso de la Septuaginta fue tan popular, que se sabe que la narración del capítulo 8 de Hechos de los apóstoles, que versa sobre una profecía de parte del capítulo 53 de Isaías basó su lectura en esta traducción. Lo mismo en cualquier cita que se hiciera de las Escrituras Hebreas en las cartas de Pablo.

Sin embargo, a principios del siglo pasado, cualquiera que afirmara que tenía dudas sobre la integridad de la Biblia hubiera tenido razón hasta cierto punto. Después de todo, los registros mas antiguos de la Biblia que se tenían databan del siglo noveno y décimo, es decir, poco menos de un milenio desde que se terminaron de escribir, y bastante más que eso desde que se comenzó.

En 1947, un pastor beduino tiró una piedra en una de varias cuevas ubicadas al noroeste del mar muerto, cerca de unas ruinas. El sonido fue distinto a lo normal. Descubrió que había roto una vasija de barro que contenía pergaminos con bastante literatura de diversos tipos. Investigaciones posteriores extendidas hasta 1956 revelaron hasta 800 fragmentos de diversos escritos, de los cuales un 25% correspondía a escritos tomados de la Biblia, algunos de la versión Septuaginta. Se descubrió que una secta Judía en clara oposición a las enseñanzas de varios grupos sobresalientes, entre ellos los fariseos, decidieron aislarse en esas grutas y se llevaron consigo un rico caudal de literatura. Las pruebas arqueológicas lograban establecer la fecha de la escritura de los rollos con fechas de hasta doscientos cincuenta antes de la era común.

Durante algunos años no faltaron quienes quisieron mantener enclaustrados los datos, pero la presión y el interés en ellos logró que hasta la fecha se tenga acceso de una u otra forma a todos los encontrados. El hallazgo de estos rollos ha permitido descifrar enigmas, y además de formas muy interesantes. Por ejemplo, a raíz del deterioro de las piezas, los fragmentos son tantos y de tamaños tan pequeños, que no siempre resultó sencillo empatarlos para armar un rompecabezas. La ciencia moderna permite que, al analizar los pergaminos (que no son otra cosa que pieles de animales tratadas), se obtenga ADN que brinde las pistas requeridas para poder juntar aquellas piezas ‘perdidas’.

Ahora si tenemos una excelente oportunidad para probar que sucedió. Comparar escritos que contienen hasta mil años de diferencia, son la forma perfecta de darnos cuenta si realmente existieron o no cambios sustanciales en la forma en que se transcribieron las escrituras. Siendo que ella afirma provenir de un Creador, algo pudo pasar de forma que se mantuvieran intactos? Veremos…


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8.9.08

Lupa



La función de la lupa ha sido algo tan trascendente, que hoy, en la cúspide tecnológica de la sociedad en la que vivimos, la mayoría de los programas informáticos cuentan con un ícono que mimetiza su función. Y sigue siendo aquel lente de aumento en un elipse metálico con una base sólida como mango para sujetarle la forma.

Las lupas funcionan en dos direcciones. Si estas del lado del aumento, podés percibir la magnificación de los objetos, escarbar sus detalles, apreciar sus más recónditos recovecos. Pero por el otro lado, si estas del lado que es examinado, existe un efecto inverso. Las cosas se ven chiquitas, y con cierta distancia se produce un efecto de refracción que invierte la imagen totalmente.

Me recuerda la gente: está la analítica que maximiza las cosas y repara meticulosamente en los detalles como quien está en el lado que amplifica las imágenes de la lupa, y está el otro vertiente: los que ven todo pequeño, invertido a como la realidad dicta, producto de su distanciamiento de la realidad.

Existe otra razón por la que la sociedad parece estar dividida por los lentes de una lupa: y tiene que ver con la dirección de la luz. Si sos analítico, la luz va en la dirección en la que miras. Eso te permite apreciar mejor las cosas, y beneficiarte de las propiedades de ellas. Pero si buscas el otro lado, ni siquiera vas a ver la luz con agrado: sentís que te quema, que te hace daño, por que la grandeza de la luz no puede ser disminuida, pero como te empeñas en ver todo más pequeño, entonces la misma potencia de la luz se transmite con la misma intensidad, sin importar el tamaño del cuerpo luminiscente. No es esta la misma incomodidad que experimentaron durante períodos de denuncia muchos en la inquisición, por que hubo valientes que miraron del otro lado que se atrevieron a decir lo que veían cuando se ponían del lado de la luz, por ejemplo?

Hay un lado oscuro para las lupas, sin embargo: al ver todo más cerca, es posible percibir con más claridad de la necesaria una buena cantidad de imperfecciones. Ese nivel sobre estimulado de conciencia puede ser duro para quien mire las cosas a través de ese cristal. Una persona que ve la vida desde su lado amplificador, puede quejarse de lo tortuoso que es percibir los defectos en su pleno potencial. Querremos decir que tenemos que pasarnos del lado de la lupa?

Para nada. Solamente que cuando se trate de magnificar, no se puede vivir en el enfoque si no se experimenta un movimiento que permita contemplar los cuadros por completo. La grandeza de las cosas tiene un efecto estimulante y de espasmo positivo que nos excita cuando nos damos cuenta de cuantos personajes participan en los submundos que se descubren. Lo que no esta bien, no es la ampliación que vemos, sino que hay que expandir la mente por que aún faltan más cosas grandes que percibir, y no todas son tan sinuosas.

De que lado de la lupa estas? Yo no te voy a decir de que lado estoy. Pero si ya detectarse desde que sitio hablo, es por que probablemente estamos del mismo lado. Entenderás que uno de mis ojos llora de alegría, y el otro de tristeza. Con nuestros vasos colmados de lágrimas (mitad y mitad); salud!

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5.9.08

La Biblia... Son Confiables los Copistas?



Mientras los gobernantes de las potencias mundiales de entonces dejaban sus registros en piedra para inmortalizarse, los libros que hoy componen la Bblia usaron recursos que no se puede decir que son tan sencillos de conservar. Los materiales usados fueron tan sencillos de percudir como el pergamino y el papiro. Ni siquiera debíamos esperar que hubieran enemigos humanos cuando se tienen la humedad, los gusanos y las variaciones climáticas como aliados para destruir este libro. Esto nos lleva a una conclusión lógica: y es que los libros originalmente escritos de la Biblia, no existen. Cómo, pues, es que aún se cuenta esta historia?

La misma biblia contesta. El libro de Esdras, que se comenzó a escribir 537 años antes de la era común, menciona la existencia de los copistas o escribas, que reproducían los escritos para preservarlos y distribuirlos en las sinagogas, en donde se leían en voz alta. Y no se trata de que estemos negando la posibilidad de que se cometan errores en la escritura. Cómo se aseguraban de que no se generara un efecto bola de nieve a partir de un error? Cómo podemos asegurarnos por lo tanto que cuando uno lee hoy alguna porción, no lee algo que contenga algún error de copia?

Los “Soferim” fueron algunos de los primeros escribas en conocerse. Luego existió otro grupo de copistas: Los Masoretas. En ambos casos, se dice que sus escritos eran revisados por personas que descartaban copias enteras por un mínimo error. Llegaron al punto de contar palabra por palabra. Incluso en cierto momento se hizo letra por letra para cerciorarse de que se trataba de una copia fiel. Inventariaron cuantas veces aparece cada letra en las escrituras, según el erudito Thomas Hartwell Horne. Cada palabra era pronunciada en voz alta antes de ser escrita, y era craso escribir una sola palabra confiado en la memoria. Otro académico respetado, William H. Green dijo: “Puede decirse con seguridad que ninguna otra obra de la antigüedad se ha transmitido con tanta exactitud”.

Las reproducciones que hicieron estos escribas han sido conservadas hasta nuestra época, y no pocos museos de prestigio exhiben fragmentos de ellos. Pensemos por un momento: hoy en día, documentos como “La historia de Heródoto”, “Las guerras de las Galias”, las crónicas romanas de Livio, las “Historias de Tácito”, “Anales”, “La Historia de Tucídides”, son considerados documentos históricos fiables. Al igual que los manuscritos bíblicos, estos se conservan a través de copias hechas por escribas hasta con un milenio de posterioridad al escrito de origen. De cada uno de los anteriores se registran a lo mucho 30 fuentes distintas de las mismas copias, versus los miles de manuscritos parciales de la Biblia que existen. Si no se cuestiona la veracidad de esos libros. Debe cuestionarse la de la Biblia?

“Pero no es lo mismo”, podemos objetar: “esos libros no claman venir de Dios, y no es tan fundamental por lo tanto verificar siquiera si con el tiempo fueron alterados”. Quizás hasta se le ocurran casos como el Cantar de Mio Cid para citar cómo una historia que tuvo bases reales y fue distorsionada con el tiempo, no deja de ser valiosa por que tiene un valor histórico, y la Biblia afirma ser un libro mucho más profundo que eso. Y la verdad, quien afirme así, tiene razón. Cómo podemos asegurarnos de que los manuscritos encontrados, realmente transmiten las palabras originales, a pesar de los Masoretas y los Soferim? Es eso comprobable? Un histórico hallazgo considerado en el siguiente post nos da la respuesta.
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1.9.08

Clavo



Contemplamos, un clavo en la pared; silencioso, oculto, constante, quedito. Alguna persona pudiera incluso concluir que se trata de un ente aburrido. Pero antes de que caigamos en el mismo error, considerá la posibilidad de verlo de otro modo. Después de todo: entendés la función de los clavos que retienen los materiales que posiblemente estén sobre tu cabeza en este instante de no caerte encima?

Cuándo fue la última vez que agradeciste la existencia de los clavos? Pensalo bien: se trata de héroes minerales que abandonaron su hábitat natural, y que pasaron un fuerte período de prueba y entrenamiento bajo intensas calderas en las que pudieron liberarse de imperfecciones y contaminaciones, y luego de una fuerte labor de refinamiento físico, lograron tener la figura perfecta.

Los clavos son modestos y humildes: no suelen ser inmensamente grandes, ni definen su fortaleza por su grosor; no. Ni siquiera se preocupan por destacar (algunos a costo de su cabeza). Son suficientemente grandes como para tener el alcance que se requiera, y se aprovechan de su escaso diámetro para ser incisivos y dar en el punto que se necesita. Su fortaleza no la define su apariencia exterior sino la solidez interna, y tienen que llevarse muchos golpes antes de llegar a donde tienen que.

Hablando de apariencia, los clavos tienen otra razón por la que merecen nuestro encomio:
Si bien es cierto que se han encontrado clavos datados entre mil trescientos o mil doscientos antes de la era común de bronce recubiertos de oro batido, la estética de los clavos no es atractiva: como todo aquello que es muy agudo, dan miedo. Uno puede tratarles hasta con distancia por miedo a ser herido por uno. Sin embargo antes de preocuparse por cautivar, ellos se enfocan en la función, y se olvidan de la vacuidad de la forma para ser efectivos antes que atractivos. Esto con todo y que muchísimas piezas de decoración llevan dentro de sí innumerable cantidad de clavos, estos feos clavos, ocultos en sus entrañas. La belleza puede ser vana, pero la utilidad si que da un aporte.

Lo más difícil en la carrera de un clavo, no es llegar a su objetivo, con todo y que ya conlleva harta complicación. Lo realmente difícil, es mantenerse. Es la estoica tarea de mantener lo que se le encomendó tal cual, inmutados, para cumplir un propósito. Es vivir confinados a una misma posición, en un universo que se mueve coreográficamente segundo a segundo, para dar siquiera una sensación de estabilidad (aunque no exista tal), de que contamos con algo que no caerá en el caos, que no se va a ir, para beneficio de nuestro espíritu…

Ahí está nuestro héroe: imbuido con todas sus fuerzas en un cuerpo de difícil acceso, para promover la unión con un vecino de las iguales matices. Otros optan por imbuirse parcialmente, para dedicar la otra mitad de su existencia a colaborar con otras cargas: cuadros que hagan la vida de alguien más colorida, llaves que permitan a otros acceder zonas importantes, o en algunos casos, prendas que brindarán abrigo a la desnuda piel de un ser viviente, sin siquiera cuestionar si se lo merece.

El sabio rey Salomón, como sabio que fue, pudo detectar el gran valor de ellos, y metaforizando la estabilidad que brindan, comparó a clavos aquellas personas que se rigen por buscar ‘colecciones de sentencias’ sabias (Eclesiastés 12:11). Tenemos mucho que aprender de los clavos.
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