4.3.09

Barco

Estoy seguro que has estado esperando que me pronuncie sobre esto desde hace días, y puede que hasta tengas mil hipótesis sobre por qué no lo he hecho. Digamos solamente que no quise precipitarme para generar juegos de palabras, por más afecto que haya envuelto. Comprenderás sin mayor detalle. Dice la Santa Biblia que ‘en la abundancia de palabras no deja de haber trasgresión’.

En este párrafo, tengo que confesar lo profundo del sentimiento que no puedo describir, lo frustrante de la situación que no puedo mencionar, lo doloroso de que todo esto pase, y lo lamentable de que no pueda ni verte a los ojos para decírtelo. Pero a pesar de lo oscuro del párrafo, un candil de esperanza cierra la línea con esta oración, cuando te asegure que con certeza sé que todo va a estar bien, aunque no se cuando.

Cómo se llegó a este punto, es algo que todavía no entiendo. Te consta que tomé todas las medidas preventivas del caso, y aunque confieso haber errado o no usar siempre los mejores de los métodos, se que sabés leer que en medio de todo tuve los mejores fines, y que si este párrafo pudiera materializarse, sería un abrazo y un beso santo con el que te recordaría cuán importante sos.

Duele mucho. Pesa más. Se bien que tienes un buen corazón, y por eso nunca quise llegar a verme implícito en una situación como esta que de alguna forma te perjudicara. Pero se que vos sabés que esto no se dio por mi culpa.

Volviendo al candil de dos párrafos atrás, tengo la certeza de que nos veremos cara a cara y que podré decirte, tal vez con una nostalgia que me alegre tener, por tratarse de un problema sepultado en las arenas del pasado, lo mucho que me duele todo esto. Y nos reiremos, mientras compartiremos líneas escritas bajo la enseñanza de esta mancha inconmensurable de dolor que se expande en nuestros corazones. Y diremos, que de algo sirvió el sufrimiento, por que escribimos, por que meditamos; por que las lágrimas son buenas maestras.

Estamos aprendiendo que el amor implica sufrimiento, pero ante todo compromiso de seguir, raspados, averiados, tal vez menos confiados que antes, quizás embrutecidos en nuestra sensibilidad por el áspero efecto de la realidad que nos golpea. Pero la resaca que deje cualquier problema no será suficiente para opacar nuestra percepción del sentido de pertenencia, de que no tenemos donde ir, o a quien acudir, de que nos necesitamos mutuamente. Quiero verte ya. Se que también vos.

Propongo que hagamos, en las ruinas de este doloroso hueco, una fuente que impida que se deshidrate nuestro espíritu. Con piedras de las torres que se nos cayeron, solo una casa; esta vez no ambicionemos nada más que un techo, un refugio (ya no se necesita tener vista panorámica, nunca crecimos más esperando eso). Que las páginas de historia triste se usen en su lado de atrás para hacer dibujos reflexivos, que usemos para narrar a nuestros hijos y nietos lo que fuimos, lo que somos, pero sobre todo, lo que seremos en el pasado. Lo que de veras quede, los residuos. No olvidés que te recuerdo. Recordá que no te olvido. No podrás escaparte de esta realidad por mucho que viajes: tenemos que estar en el mismo barco.

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2 comments:

marcela said...

:( Aunque no sepa de qué se trata te mando un gran abrazo.

Anonymous said...

ta mu trist sta lectura casi lloro
s p tu novia o algo asi???
d sguro la keres mucho...
spero q vuelvan
salu2

andre89