18.1.08

Cuba Libre



Soledad es una de las mejores panelistas que hay cuando se trata de debatir. Podés tener todo lo que te de la gana de tu lado, que ante ella todo parece palidecer y te podés convertir en un imbécil valorado dos grados bajo perro.

Todos tus hechos provechosos, tus decisiones sabias, la argumentación que tengás que haya servido incluso para quitarle Soledad a otros palidecen y se rinden, por que Soledad, sin que nadie se lo pida, toma el mando y es capaz de voltear tu interior y explotar tu miserabilidad en macro.

En mi caso, Soledad no está sola. Se junta con Depresión, Culpabilidad, y Autoestima (la enana del grupo). Juntas hacen el Aquelarre más despreciable capáz de ser concebido, y en mi casa, que es su “Salón del Mal”, se divierten haciéndome excremento. Las infelices drenan la vida de mí.

Me tienen un apodo: me llaman Cuba; por que como en ese país, los extranjeros solo pueden ver lo lindo, lo hermoso y lo maravilloso que hay para compartir. No siempre logran captar que hay más que solo lo lindo. Yo, con el sarcasmo que me caracteriza, le apodé a Soledad Fidel. La desgraciada se reía de mí. Y yo me reí de mí. La de ella era una risa burlona. La mía, de loco.

Soledad es admirable: fuerte, impenetrable, inexpugnable, invencible. Pero soy como soy, y es precisamente lo inverso. De cuando en cuando conversamos, buscando hacer las paces: le pido que me de un respiro, que no creo que esté destinado a vivir con ella. Que aunque ella lo disfruta, yo en realidad no saco mayor provecho de la relación. Que siento la necesidad de estar con alguien, diferente a ella, que ya me ha tenido mucho tiempo, toda mi vida, que me diga qué quiere de mí de una vez. Soledad calla… y luego se ríe de mí. Y así termina la discusión. Ambos riendo a más no poder en el sillón de mi casa, como borrachos. Será que se me fermentó el espíritu?

Nuestro silencioso concubinato ha perdurado. Y todavía estamos juntos… En una ocasión hablaba con Depresión su amiga, y le dije que me presentara a la enemiga de Soledad, que por cierto no es Compañía, a ver si encuentro una salida. No puedo revelar su nombre, para no arruinar el plan. Le dije que le diga que pienso en ella, que me gusta, que considere que por lo menos a hurtadillas… tengamos algo. Ella dice que seguro que viene a rescatarme, pero que aún no.

Voy a tener que interrumpir el escrito de este ensayo. No me había fijado que Soledad estuvo a mi lado desde que presioné la primer tecla para hacer esta confesión. Saben que hizo? Se burló de mí de nuevo: dice que hace falta ser estúpido para no darme cuenta que ella me estaba dictando al oído que escribir. Mientras escribo se carcajea de mí. Y yo me río con ella. Me río como loco. Sigo riéndome como loco. Ya no aguanto… me está matando esta soledad con sus burlas… Me río a reventar. Estoy llorando de la risa… estoy llorando.

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