De pequeño me caía mal. Me picaban sus colochos, y como me hice fan de Mazinger Z, comencé a proyectar la inutilidad del carácter atontado de Sayaca en ella. No se explicar bien si eran celos; quizás si. Fui hostil.
Durante la infancia peleábamos más de lo que quisiera contar. Cuando entró a la escuela, cayeron los bombetas. Ser bonita, oler rico, y además tener carácter son, a cualquier edad, cocktail mortífero para atraer idiotas. Yo me burlaba de ella por que era cursi. En realidad siempre admiré secretamente su sensibilidad, pero no quería darme por menos. Ella sabe bien que pese a todo, yo la defendía. Era parte de mis propósitos. Aún es así. Argumenté (a pesar de la nervia) con su maestra de primer grado, la vez que le dijo que no aceptaba quejas, y le dije, a costo de que me echara de su clase, 'si usted que es la autoridad no escucha las quejas, a quien le tiene que hablar entonces?'. Uno de mis pleitos escolares, precisamente, fue agarrarme con un 'stalker' que no la dejaba en paz. Aún, no me arrepiento.
Su entrada a secundaria me fue difícil. Marcó el inicio de la cacería los chicos, que mas ben eran como zopilotes. Aquí fue donde caí en cuenta de lo celoso que soy. Es muy desgarrador ver a tu hermana en manos de un idiota. Fue entonces, la historia de los subsiguientes capítulos, armarse de paciencia y ver patanes ir y venir, hacerle daño y no poder estar mas cerca, por que mis irracionales celos, en vez de eliminar brechas, le construyeron muros.
Ya para esa etapa había superado algunas cosas: ya me gustaban los colochos en las chiquitas (y las no tan chiquitas), pero mi hermana ya tenía el pelo lacio. Y no puedo explicar bien la sensación de que algo se salió de mis manos para siempre, desde el día que supe que dejo de ser niña en el sentido biológico del término. Pensándolo bien, todavía no lo he aceptado. El asunto es que hicimos las paces, de adultos.
Me gustaría que la vieran: no tiene colochos pero es preciosa, y ni siquiera las enfermedades por las que ha pasado le han quitado su candor. Tiene humor. Sabe defenderse con sarcasmos de los que duelen, cuando alguien la insulta, sin necesidad de alzar la voz o faltar respetos. Ella comulga conmigo que los mejores golpes no deben darse con puños.
Tras las dolorosas experiencias que pasamos (algunas estando juntos), cada vez que nos vemos, nos damos un abrazo, que por instantes me asusta interpretar. Es como, una reafirmación de que aún supervivimos, a pesar de. Que nos tenemos, así no tengamos nada. No siempre tenemos algo que decirnos, solo nos damos ese abrazo, fuerte. Aunque mudos, transmitimos empatía, algo de resignación al dolor y el sufrimiento, pero sobre todo la constancia de que, lo fuerte de nuestra estirpe no será ser fuertes, pero sí que nos levantamos.
Hoy, vivimos un agudo período de dolor, y un episodio enfático de incertidumbre, pero ante eso, ella exhibe un insuperable derroche de valentía y deseos de renovación. Una parte de mí quisiera sentir compasión por su dolor, pero la otra me retracta. Cómo se puede sentir compasión por alguien que ha sabido sobrevivir tan bien? Que sigue contando la historia? Cómo perder la fe en alguien que no la ha perdido, sobre todo en el Creador?
Yo no creo, sino que se, que mi preciosa se levanta. Que persevera. Que saldrá adelante. Que sabrá responder como se debe a quien joda, y que no perderá su impulso de seguir adelante. Ya no tengo que especular para saberlo. Y tengo atestados: por que antes que pasara todo eso, yo estaba ahí, orgullosamente, como su hermano.
Usted no está sola, preciosa. Vea hacia arriba, vea hacia adelante. Estamos orgullosos.
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